Jairo
05/16/21
Mi consulta es sobre la postura que tienen los Testigos de Jehová sobre el Reino de Dios. Quisiera saber que tan cercano está a la postura Católica sobre este tema. Ellos empiezan con la oración del padre nuestro (Mateo 6, 10), “venga tu Reino”, tomando como un punto de partida, siendo su doctrina que la venida del reino de Dios es en un futuro, y resaltan que este reino no es espiritual sino más bien físico con una tierra nueva y un cielo nuevo, como la buena Jerusalén (Apocalipsis 21), donde cristo Reinará desde el trono.
Como católicos creemos en la segunda venida de Cristo y su reino. Y en ocasiones se entiende en las prédicas del reino de Dios como algo espiritual. Pero igualmente creemos en la resurrección de la carne, como profesamos en el credo de los apóstoles y esperamos la resurrección de los muertos y la vida en un mundo futuro, en el credo de nicea, de esta manera con el cuerpo glorioso después de la resurrección un reino de Dios materializado en este plano físico no es incompatible. Por lo que hasta aquí se percibe cierta compatibilidad en ambas creencias.
Aún así, en Lucas 17, 21 Cristo dice que el Reino de Dios ya está entre nosotros, donde esto me recuerda las parábolas del capítulo 13 de Mateo, donde Jesús dice que el reino de Dios es semejante a la semilla que el sembrador siembras en buena tierra, también se parece a un pequeño grano de mostaza que crece en un gran árbol, la levadura que se mezcla con tres medidas de harina, también es comparado a un tesoro escondido, o una perla de gran valor. Así puede sentirse y entenderse más cercana la idea del reino de Dios entre nosotros. Aún así, la prédica de un reino venidero se sostiene.
Dejando de lado otras doctrinas de los testigos de Jehová, como el tema de los 144.000, el alma, negar la Trinidad, etc. Me preocupa este tema del reino de Dios, dado que parte de una oración tan universal como es el Padre nuestro y pueda ser un temas más «fácil» de conciliar, que poco a poco puede llevar a alguien a los demás grupo de doctrinas de esta congregación.
Gracias por su tiempo
Hola Jairo. Esta es la Doctrina de la Iglesia sobre el Reino de Dios expresada en el Catecismo:
2816 En el Nuevo Testamento, la palabra basileia se puede traducir por realeza (nombre abstracto), reino (nombre concreto) o reinado (de reinar, nombre de acción). El Reino de Dios es para nosotros lo más importante. Se aproxima en el Verbo encarnado, se anuncia a través de todo el Evangelio, llega en la muerte y la Resurrección de Cristo. El Reino de Dios adviene en la Última Cena y por la Eucaristía está entre nosotros. El Reino de Dios llegará en la gloria cuando Jesucristo lo devuelva a su Padre.
La esperanza de los cielos nuevos y de la tierra nueva
1042 Al fin de los tiempos el Reino de Dios llegará a su plenitud. Después del Juicio final, los justos reinarán para siempre con Cristo, glorificados en cuerpo y alma, y el mismo universo será renovado:
La Iglesia […] «sólo llegará a su perfección en la gloria del cielo […] cuando llegue el tiempo de la restauración universal y cuando, con la humanidad, también el universo entero, que está íntimamente unido al hombre y que alcanza su meta a través del hombre, quede perfectamente renovado en Cristo» (LG 48).
1043 La sagrada Escritura llama «cielos nuevos y tierra nueva» a esta renovación misteriosa que trasformará la humanidad y el mundo (2 P 3, 13; cf. Ap 21, 1). Esta será la realización definitiva del designio de Dios de «hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra» (Ef 1, 10).
1044 En este «universo nuevo» (Ap 21, 5), la Jerusalén celestial, Dios tendrá su morada entre los hombres. «Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado» (Ap 21, 4; cf. 21, 27).
1045 Para el hombre esta consumación será la realización final de la unidad del género humano, querida por Dios desde la creación y de la que la Iglesia peregrina era «como el sacramento» (LG 1). Los que estén unidos a Cristo formarán la comunidad de los rescatados, la Ciudad Santa de Dios (Ap 21, 2), «la Esposa del Cordero» (Ap 21, 9). Ya no será herida por el pecado, las manchas (cf. Ap 21, 27), el amor propio, que destruyen o hieren la comunidad terrena de los hombres. La visión beatífica, en la que Dios se manifestará de modo inagotable a los elegidos, será la fuente inmensa de felicidad, de paz y de comunión mutua.
1046 En cuanto al cosmos, la Revelación afirma la profunda comunidad de destino del mundo material y del hombre:
«Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios […] en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción […] Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto. Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior […] anhelando el rescate de nuestro cuerpo» (Rm 8, 19-23).
1047 Así pues, el universo visible también está destinado a ser transformado, «a fin de que el mundo mismo restaurado a su primitivo estado, ya sin ningún obstáculo esté al servicio de los justos», participando en su glorificación en Jesucristo resucitado (San Ireneo de Lyon, Adversus haereses 5, 32, 1).
1048 «Ignoramos el momento de la consumación de la tierra y de la humanidad, y no sabemos cómo se transformará el universo. Ciertamente, la figura de este mundo, deformada por el pecado, pasa, pero se nos enseña que Dios ha preparado una nueva morada y una nueva tierra en la que habita la justicia y cuya bienaventuranza llenará y superará todos los deseos de paz que se levantan en los corazones de los hombres»(GS 39).
1049 «No obstante, la espera de una tierra nueva no debe debilitar, sino más bien avivar la preocupación de cultivar esta tierra, donde crece aquel cuerpo de la nueva familia humana, que puede ofrecer ya un cierto esbozo del siglo nuevo. Por ello, aunque hay que distinguir cuidadosamente el progreso terreno del crecimiento del Reino de Cristo, sin embargo, el primero, en la medida en que puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa mucho al Reino de Dios» (GS 39).
1050 «Todos estos frutos buenos de nuestra naturaleza y de nuestra diligencia, tras haberlos propagado por la tierra en el Espíritu del Señor y según su mandato, los encontraremos después de nuevo, limpios de toda mancha, iluminados y transfigurados cuando Cristo entregue al Padre el reino eterno y universal» (GS 39; cf. LG 2). Dios será entonces «todo en todos» (1 Co 15, 22), en la vida eterna:
«La vida subsistente y verdadera es el Padre que, por el Hijo y en el Espíritu Santo, derrama sobre todos sin excepción los dones celestiales. Gracias a su misericordia, nosotros también, hombres, hemos recibido la promesa indefectible de la vida eterna» (San Cirilo de Jerusalén, Catecheses illuminandorum 18, 29).
Bendiciones+